Traducido por Alejandro Beltrán Cordero y Tzintzun Aguilar Izzo. Cliquea aquí para leer la versión en inglés
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No habíamos planeado frenar nuestra carrera ni, abandonar nuestra adicción al consumo y explotación del planeta. Solo pensamos que habíamos encontrado una forma más eficiente de ser humanos. Ya no teníamos más espacio para nuestra agricultura, ni el tiempo para comer y alimentar nuestra población que crecía de manera desmedida. Nuestras industrias necesitaban más espacio para consumir, y nos urgía crear un espécimen más eficiente de ser humano. Un ser humano que no dependía de alimentos u otras especies para sobrevivir. Un ser humano que podía trabajar mientras el sol le daba energía, absorbiendo nutrientes directamente de la tierra.
Era una idea absurda, pero teníamos ya el ejemplo de los árboles, de cuan eficientes eran los árboles. Estos bebían la luz del sol, y sus raíces extraían nutrientes directamente del suelo. Ellos mismos producían el oxigeno que los mantenía a ellos, y a nosotr@s, con vida. Entonces pensamos que, si solo siguiéramos el ejemplo de los árboles, sería posible trabajar a todas horas, sin descanso. Nuestra economía florecería, empujando a todos los otros seres vivientes a su extinción. Si fuéramos árboles, produciríamos todo el oxígeno que necesitaríamos para vivir. No tendríamos la necesidad de los árboles verdaderos que vivían en las montañas que queríamos convertir en minas. Si el sol y el suelo nos podían nutrir, no necesitaríamos preservar los ecosistemas para todos los otros seres vivientes. Lo único que necesitaríamos sería agua dulce y limpia para satisfacer nuestra sed, y nuestra fé en la ciencia no tenía límites.
Entonces, así empezó nuestra historia, los humanos árboles, una nueva especie de seres humanos. Nos veíamos casi idénticos, solo con cabello verde oscuro y con un color de piel también verde, con algunas ramas y hojas retoñando de nuestros brazos y piernas. Cuando queríamos comer, raíces crecían de nuestros pies. Pero podíamos todavía caminar y hacer todas las cosas que los seres humanos suelen hacer. Por un rato seguimos con nuestras vidas como si nada hubiera cambiado, trabajando en nuestras computadoras y respondiendo a montañas de correos. Pero las cosas empezaron a cambiar, porque nuestra percepción del mundo estaba cambiando.
Habíamos planeado correr más y más velozmente con nuestros propios cuerpos produciendo lo que necesitábamos. Pero, sentados enfrente de nuestras pantallas, las espaldas volteadas hacia el sol, nuestros pies escondidos en la tierra, y nos empezamos a dar cuenta que algo faltaba. El mundo ya no estaba tan lejos como antes. El sol cantaba a nuestros corazones, llamándonos la atención, la tierra no estaba muerta como habíamos pensado siempre Una multitud se seres vivientes tocaban nuestras raíces, contándonos historias, haciéndonos cosquillas.
Fue entonces que abandonamos las pantallas.
No recordamos cuando pasó, en que momento paramos de pensar en “Yo” y nos volvimos “Nosotr@s.” Solo sabemos que un día paramos de escribir en nuestros teclados, de ver videos acostados en nuestros sofás, mirando fijamente a nuestros teléfonos. Tod@s salimos de los confines de nuestras casas, caminando a través lo que se había quedado de nuestros cerros moribundos. Plantamos nuestros pies en el suelo y extendiendo nuestros brazos hacia el sol, y escuchamos el sonido del agua que atravesaba nuestro territorio. Era como si todo el mundo hubiera parado, pero al mismo tiempo nunca habíamos viajado con tanta velocidad. Un sin número de posibilidades e historias inundaron nuestra conciencia, conectándonos al mundo y a nosotr@s mismos. Todas las barreras se derrumbaron, las fronteras colapsaron. Nosotr@s y el planeta nos habíamos convertido en uno.
Al principio, seguimos regresando a nuestras casas, solo por costumbre. Pero, con el tiempo, eso también pasó de moda. No queríamos estar encarcelad@s entre las cuatro paredes de nuestras vidas pasadas. En dónde tan sol@s nos sentíamos, ahora que sabíamos lo que quería decir estar en compañía, los que quería decir tener vida. Cuando nos veíamos cara a cara, no podíamos contener una gran sonrisa, pero también sonreíamos al sol, al agua, y a todas las especies de pájaros que todavía vagaban por nuestros cielos. Sonreímos a los últimos árboles que habían sobrevivido, al césped, a las flores, y a todos los seres que no podíamos ver con los ojos, pero que con que nuestras raíces conocíamos Pensamos que fueron esas sonrisas calurosas que convencieron a los otros humanos que todavía no se habían atrevido a adoptar “la vida de árbol.” Nunca antes en la historia de la humanidad, un ser humano había visto otro ser humano sonreír de esa manera o hablar de una conexión profunda con la tierra que podía satisfacer a cualquier deseo. No había humano que antes supiese lo que quería decir de ser amig@, de verdad ni con otros humanos, ni con la Madre Tierra.
Aumentamos en número, y empezamos a englobar todo. No fue una batalla porque nadie quería pelear. Lo único que queríamos era ser árboles. Lo único que queríamos era ser arboles human@s. Entonces, renunciamos a nuestras industrias, nuestros caminos de cementos, nuestros coches veloces, y todas las maquinas volantes. Nunca habíamos deseado tanto estar parados sombre nuestros propios pies. Las pantallas habían perdido su sentido, y nuestras historias habían cambiado. La sociedad, como lo veíamos, había cambiado.
Ahora nosotros éramos un Nosotr@s, y como Nosotrs@, tod@s necesitábamos un espacio donde vivir. Necesitábamos agua, sol, aire, pájaros, hongos, y que todas las especies vivieran felices. Nosotr@s nos necesitábamos, l@s un@s a l@s otr@s, porque éramos uno, un único ser en una telaraña de vida interconectada. Y así es cuando comienza, la verdadera historia de nosotr@s como humanos, los árboles humanos. De ese modo descubrimos lo que quería decir estar vivos, alimentando y compartiendo en el gran tejido de vida y ayuda mutua.
Ahora el mundo ha cambiado, después de décadas de trabajos deshaciendo la destrucción que habíamos causado. Las cicatrices que nuestras versiones precedentes habían dejado sobre el territorio eran profundos, pero la tierra se sabe curar, y nosotr@s nos curamos con la tierra. Tantas especies regresaron, algunos tan pequeñitas que no nos habíamos dado cuenta de que se estaban extinguiendo debajo de nuestros pies. Pero, mientras los bosques crecían y las presas hidráulicas caían, los cielos y las aguas se llenaron de vida. Miramos todo regresar, aprendiendo nuevas historias, pero también aprendiendo historias tan viejas como el universo mismo. Y mientras nuestras raíces se adentraban en la profundidad de la tierra, nos dimos cuenta de lo que quería decir de verdad ser un árbol.
L@s humanos que antes éramos, con nuestras ideas extravagantes de lo que podíamos obtener con la ciencia, no se habían dado cuenta lo que de verdad quería decir volvernos árboles. No habían entendido, y estamos agradecidos por eso. En nuestra ignorancia y ego, encontramos la forma de regresar a la vida. Encontramos la forma de regresar al planeta que estábamos destruyendo.
Cuando nos volvimos árboles, abandonamos el “Yo, y nos volvimos “Nosotr@s.”